martes, 26 de junio de 2012

José María Arguedas, por Gustavo Martínez

Sé muy bien que podría hablar de la biografía de este autor; pero eso no reflejaría lo que extraje de la lectura que hice sobre sus obras; los escritos de carácter biográfico abundan en internet, por lo que únicamente estaría mal utilizando esta oportunidad. Valiéndome de las autorizaciones otorgadas (si no las tuviera, hubiera agotado hasta mi último instrumento pertinente para lograrlas), para mencionar qué me ha parecido su manera de expresar la literatura, digo, con todo arbitrio, que no es un autor que me haya impactado con su narración. Esta afirmación parte de la comparación de un lector que se ha acercado a figuras resplandecientes de la palabra escrita, como: Víctor Hugo, Daniel de Foe, Moliere y otros que manejan el lenguaje de un modo cautivador. Arguedas, en contraste con ellos, presenta un estilo sencillo y complejo de narrar, sus creaciones no alcanzaran un movimiento telúrico de gran realce universal; por ejemplo, en África posiblemente no resonará su voz. Su voz no llegará hasta esos lares, como sí lo han hecho las de otros. No llegará porque al escritor jamás le interesó que su arte saliera a lugares más allá de sus tierras. Y es en este punto donde quisiera aplaudir las intensiones de él, por ser un amante enardecido de su tierra natal, un hombre que se dispone a elevar el valor de su nación, de su lengua primera (quechua), de su gente: indios, cholos, personas de clase baja, cuyas cabezas también sirvieron de pasto para los piojos. He aquí un escritor (no profesional, llamado así por sí mismo) que pretende expresar en todo momento: “viva Perú con todo lo que hay en este país”. Admiro a quien se enorgullece de sus orígenes, aunque no sea lo único que me agradó de haber pasado por las líneas de Arguedas; también aprecio la realidad de saber que se debe leer con paciencia y detenimiento para entenderlo, lo que viene a reforzar mi interés por desarrollar mi comprensión lectora. Por este tipo de autores se intensifica el nivel de auto-exigencia para toda persona que se precie de ser un futuro crítico de literatura, alguien que pueda mantener un discurso sobre cualquier tópico, autor, narración o estilo, ya que cuando únicamente se abrazan lecturas de fácil comprensión, la capacidad lectora se queda en un estado falto de maduración. Lo que más valoro de esta experiencia, consiste en aumentar mi pequeño arsenal de escritores para volverme cada vez más acucioso, reflexivo, observador, crítico, analítico; de igual modo me interpela por saber quiénes son los autores hondureños, pues, hasta ahora me impresionó cómo lo hizo (con tanto fuego) este peruano.

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